Tras caminar durante unas semanas, nuestros viajeros han llegado a la ciudad de Annan. En una de las tabernas, donde se alojaban, conocieron a un hechicero que les encomendó una misión: a cambio de hacerse con un libro situado en las criptas de la Iglesia principal, él les daría un objeto místico. Debido a la dificultad que supone encontrar este tipo de objetos, los aventureros aceptan el encargo.
Por la mañana visitan la Iglesia y hablan con el sacerdote. Se trata de una Iglesia consagrada a la Luz en cuyo relicario hay un extraño símbolo arcano con aspecto de sello. También hay un sello en una estatua situada en el centro del cementerio, pero el sacerdote no es capaz de explicarles qué significa.
Al caer la noche, nuestros héroes se cuelan en la Iglesia a través del cementerio y llegas a las criptas, a las que se accede a través de una trampilla situada tras el altar del Templo. Durante la travesía no dejan de ver pintado por doquier el mismo sello que había en la capilla y no tardan en darse cuenta de que dichos sellos anulan la magia oscura y necromántica, por lo que las invocaciones más poderosas de Keiran se ven anuladas.
Con mucho cuidado, sortean diversas trampas y se enfrentan a los dos guardianes de las criptas: un espíritu de luz y un ser que se asemeja a un ángel vengador.
Finalmente llegan al libro. Cuando Kireg lo coge, aquél empieza a rezumar sangre y pus. Envolviendo el libro en la lona, deciden salir corriendo de la Iglesia, pero al llegar al cementerio descubren que el sello de la roca central está roto y que los muertos se están levantando. Pero, con cierta facilidad, consiguen derrotar a los zombis que se interponen en su camino y huir de allí hasta llegar a un bosque.
Tras intentar descifrar el contenido del libro con resultados infructuosos, deciden emprender la marcha al día siguiente en busca del hechicero. Cuando llegan a la ciudad, encuentran que está siendo presa del ataque de centenares de zombis. El paisaje resulta desolador: cuerpos amputados, miradas muertas en muecas de terror, fuego, casas destrozadas... Es entonces cuando se dan cuenta realmente de lo que han hecho: han roto los sellos que detenían a esta tierra maldita.
En medio del camino, encuentran a un zombi intentando devorar a una mujer, que implora socorro a gritos. Incapaces de quedarse al margen, Karenx y Kireg se lanzan a defenderla, mientras que los demás deciden poner rumbo a la posada donde aguardaba el hombre que les había encargado el libro. Queriendo zanjar el tema lo más rápidamente posible, Keiran intenta robarle el libro a Kireg mientras se dirige a por el zombi, pero no lo logra y decide ir rumbo a la taberna a intentar parar al hechicero.
La taberna está desierta y destruida pero, en medio de toda esa desolación, se mantiene en pie una mesa con dos sillas, envueltas en una calma sobrenatural. Una de las sillas está ocupada por el hechicero, que ofrece la otra silla y una copa de vino a Keiran. Keiran y los demás acusan al nigromante de haber sido la causa de tanta destrucción, que debería haberles informado de las consecuencias, pero el nigromante les hace ver que, en el fondo, sabían que algo malo iba a pasar desde que vieron los sellos y que fue precisamente su avaricia la que provocó tanto daño.
Cuando Karenx y Kireg se unen al grupo, esta discusión se acrecenta y amenazan al nigromante con no darle el libro si no para la masacre. El hechicero, entonces, ríe y les dice que no piensa pararla y que son libres de hacer lo que les plazca con el libro, pero entonces Kireg, aprovechando el acaloramiento de la discusión, pregunta al nigromante si le daría información. El hechicero accede y revela a Kireg que con la bodarita y los ingredientes adecuados se puede elaborar una tinta mágica capaz de dibujar sellos de contención y que en la mina pretendían sacar todo el mineral posible antes de que aconteciera la catástrofe. Sobre Sigfredo, él no conoce nada.
Con la información conseguida, Kireg da el libro al nigromante y éste les ofrece una piedra de acumulación zeónica además de prometerles que podrán escapar de la ciudad sin sufrir daño alguno.
Por la mañana visitan la Iglesia y hablan con el sacerdote. Se trata de una Iglesia consagrada a la Luz en cuyo relicario hay un extraño símbolo arcano con aspecto de sello. También hay un sello en una estatua situada en el centro del cementerio, pero el sacerdote no es capaz de explicarles qué significa.
Al caer la noche, nuestros héroes se cuelan en la Iglesia a través del cementerio y llegas a las criptas, a las que se accede a través de una trampilla situada tras el altar del Templo. Durante la travesía no dejan de ver pintado por doquier el mismo sello que había en la capilla y no tardan en darse cuenta de que dichos sellos anulan la magia oscura y necromántica, por lo que las invocaciones más poderosas de Keiran se ven anuladas.
Con mucho cuidado, sortean diversas trampas y se enfrentan a los dos guardianes de las criptas: un espíritu de luz y un ser que se asemeja a un ángel vengador.
Finalmente llegan al libro. Cuando Kireg lo coge, aquél empieza a rezumar sangre y pus. Envolviendo el libro en la lona, deciden salir corriendo de la Iglesia, pero al llegar al cementerio descubren que el sello de la roca central está roto y que los muertos se están levantando. Pero, con cierta facilidad, consiguen derrotar a los zombis que se interponen en su camino y huir de allí hasta llegar a un bosque.
Tras intentar descifrar el contenido del libro con resultados infructuosos, deciden emprender la marcha al día siguiente en busca del hechicero. Cuando llegan a la ciudad, encuentran que está siendo presa del ataque de centenares de zombis. El paisaje resulta desolador: cuerpos amputados, miradas muertas en muecas de terror, fuego, casas destrozadas... Es entonces cuando se dan cuenta realmente de lo que han hecho: han roto los sellos que detenían a esta tierra maldita.
En medio del camino, encuentran a un zombi intentando devorar a una mujer, que implora socorro a gritos. Incapaces de quedarse al margen, Karenx y Kireg se lanzan a defenderla, mientras que los demás deciden poner rumbo a la posada donde aguardaba el hombre que les había encargado el libro. Queriendo zanjar el tema lo más rápidamente posible, Keiran intenta robarle el libro a Kireg mientras se dirige a por el zombi, pero no lo logra y decide ir rumbo a la taberna a intentar parar al hechicero.
La taberna está desierta y destruida pero, en medio de toda esa desolación, se mantiene en pie una mesa con dos sillas, envueltas en una calma sobrenatural. Una de las sillas está ocupada por el hechicero, que ofrece la otra silla y una copa de vino a Keiran. Keiran y los demás acusan al nigromante de haber sido la causa de tanta destrucción, que debería haberles informado de las consecuencias, pero el nigromante les hace ver que, en el fondo, sabían que algo malo iba a pasar desde que vieron los sellos y que fue precisamente su avaricia la que provocó tanto daño.
Cuando Karenx y Kireg se unen al grupo, esta discusión se acrecenta y amenazan al nigromante con no darle el libro si no para la masacre. El hechicero, entonces, ríe y les dice que no piensa pararla y que son libres de hacer lo que les plazca con el libro, pero entonces Kireg, aprovechando el acaloramiento de la discusión, pregunta al nigromante si le daría información. El hechicero accede y revela a Kireg que con la bodarita y los ingredientes adecuados se puede elaborar una tinta mágica capaz de dibujar sellos de contención y que en la mina pretendían sacar todo el mineral posible antes de que aconteciera la catástrofe. Sobre Sigfredo, él no conoce nada.
Con la información conseguida, Kireg da el libro al nigromante y éste les ofrece una piedra de acumulación zeónica además de prometerles que podrán escapar de la ciudad sin sufrir daño alguno.
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Karenx y Kireg ganan 5 px's extra
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